“Hemos conseguido que las ‘puntaires’ dejen de ser anónimas”
La música de los bolillos, aquel “clic-clac” inconfundible de la madera, volverá a sonar en Creativa Barcelona 2025, entre el 6 y el 9 de noviembre. Y lo hará gracias al Encuentro de Encajeras, que por tercera vez se celebra en el marco del Salón, reuniendo decenas de encajeras que mantienen viva una de las tradiciones más arraigadas de nuestro país: las puntas de cojín.
Al frente de este gran encuentro, y de los talleres de puntas de cojín, encontramos a Rosa Maria Provencio, presidenta de la Associació Catalana de Puntaires. Ella es una de las grandes impulsoras de la difusión y preservación de este arte delicado, con siglos de historia pero también con mucho futuro. Una amante de este arte que trabaja para la conservación, actualización y difusión de esta bella y fina tradición.
¿Cómo empezaste en este mundo y qué te enganchó hasta el punto de convertirte en presidenta de la Associació Catalana de Puntaires?
Empecé en el mundo de las manualidades de muy jovencita y por mi madre, que tenía unas manos increíbles. Después, en la escuela también hice clases, pero el oftalmólogo me prohibió hacerlo, porque yo era muy miope y hacer puntas de cojín no me beneficiaba. Entonces llegó la época de la Universidad, el trabajo, y la vida me alejó de las manualidades. Pero cuando mi madre se quedó viuda, me reencontré con las agujas, porque para distraerla nos pusimos de nuevo. Mi madre, entonces, empezó a producir y producir y producir y ella, como no sabía enganchar las piezas, yo quise aprender, para aprovechar todo lo que hacía. Entonces aprendí a coser las puntas de cojín y así me adentré en este maravilloso mundo del encaje de aguja. De eso hace unos 15 años.
¿Cuál es la pieza de encaje que más te ha emocionado ver hecha en estos años?
Cada pieza bien trabajada impacta. Ver que una persona de 8 o 12 años se hace una pulsera con los colores que ella misma ha elegido y que se la pone con orgullo es una gran satisfacción. Pero la celebración del milenario del monasterio de Montserrat ha hecho producir piezas innovadoras y muy espectaculares, dignas de manos y mentes sublimes que se han podido ver en la exposición en la montaña este año y que hemos llevado a Eslovaquia y a Italia en nuestra participación en ferias internacionales. Y claro, tampoco puedo olvidar piezas históricas de los museos de Arenys de Mar o del Arboç o los corporales de la reina Elisenda que se conservan en el monasterio de Pedralbes.
¿Qué sentimiento te despierta ver, año tras año, centenares de mujeres —y también algunos hombres— compartiendo su pasión por los bolillos en un encuentro como el de Creativa?
Por un lado, alegría, porque quiere decir que la gente tiene imaginación, creatividad, y también salud, porque esta técnica artesana nos mantiene activas mentalmente. Y también, personalmente, estos encuentros me permiten estar en contacto con otra gente que comparte la misma pasión, y otras motivaciones. Me hace mantenerme activa, para seguir practicando, produciendo y organizando todos estos actos, como el Encuentro que haremos en Creativa Barcelona. Porque las puntas de cojín me han abierto todo un mundo de experiencias, de viajes, de salidas, de gente…
En estos años organizando el Encuentro de Encajeras en Creativa Barcelona, ¿qué recuerdo o imagen te viene a la cabeza cuando piensas en la magia del encuentro?
Me emociona mucho cada vez que vienen niños porque quieren aprender a hacer encajes. Recuerdo una niña que vino el año pasado por segundo año consecutivo, y me trajo el patrón de un pato —a los pequeños se les tiene que animar con cosas fáciles de hacer—. Y estaba muy contenta porque durante un año había buscado dónde practicar y aprender, pero es cierto que no hay cursos para niños. Este año, por eso, también haremos un taller Make & Take, de 45 minutos, para enseñar a hacer una pieza fácil y que se la puedan llevar, sean mayores o pequeños. Es un taller para todo el mundo.
Las puntas de cojín son una tradición centenaria. ¿Cuál crees que es el secreto para que sigan cautivando?
Que te hace concentrarte en aquello, en el momento, y no pensar en nada más. Esto gusta y mucho, sobre todo ahora, cuando vivimos momentos de estrés y de angustias. Mira, hemos encontrado médicos que nos han enviado a enfermos psiquiátricos para que se recuperaran de la depresión, y han salido adelante. También nos han enviado otros médicos a gente para hacer rehabilitación de lesiones en las manos…
¿Y a ti, qué es lo que más te ha cautivado de los encajes?
Que los encajes son arte en estado puro. Porque con el hilo se puede hacer lo que quieras y cada pieza es una obra de arte. Además, los encajes son un mundo que yo nunca me acabaré, es un universo infinito.
Si tuvieras que explicar a alguien joven por qué vale la pena aprender puntas de cojín, ¿qué le dirías?
Le diría que el encaje te permite crear, hacer arte con hilo de todo tipo. La mezcla de fibras es un reto para cualquier persona con imaginación. El encaje no tiene límites; te los pones tú. Y tampoco tiene fronteras: desde Portugal hasta los Urales puedes ir siguiendo las técnicas y observar las variantes de cada zona. Los encajes unían ya Europa mucho antes de la Unión Europea gracias a los matrimonios de los monarcas. Viajar siguiendo la ruta de los encajes y ver que continúan vivos en cada país es muy gratificante y todo un aliciente.
¿La digitalización y las redes sociales están ayudando a dar nueva vida a este oficio?
Efectivamente, las encajeras son cada día más activas en redes sociales. Facebook o Instagram son plataformas donde se encuentran infinidad de informaciones, imágenes de piezas trabajadas, peticiones de ayuda para hacer un trabajo, novedades en algún punto concreto, carteles de encuentros o de ferias, materiales innovadores… incluso, ¡se hacen reuniones y tertulias! Pero todo queda dentro de lo que podríamos llamar «la familia encajera». Está claro que las personas jóvenes están familiarizadas con las nuevas tecnologías y son muchas las que se incorporan al mundo encajero gracias a las redes.
Si pudieras imaginar el futuro de las puntas de cojín de aquí a 50 años, ¿cómo te gustaría que fuera?
El encaje está vivo como cualquier otro arte, como la vida misma. Saber adaptarse a los tiempos y a las nuevas formas de organización social es un reto no solo para el encaje. La segunda mitad del siglo XX el encaje ha dado un gran paso adelante y estoy segura de que llegará a ser considerado una forma artística valorada como cualquier pieza de arte. De momento hemos conseguido que la encajera deje de ser anónima. Ahora conocemos el nombre de grandes artistas no solo de nuestro país sino de toda Europa y en eso han ayudado mucho las redes sociales. Dar valor al trabajo artesanal es cosa de todos.